Los fans, el público que fielmente sigue una serie, novelas, banda de música o saga de películas es, sin duda, uno de los motores principales de cualquier franquicia de ficción; es la mano que da de comer a los creativos en buena medida. Las productoras y demás compañías lo han entendido, más en estos tiempos de redes sociales y saturación de información. Ser fan ya no es simplemente comprar una figura de tu serie favorita o usar una playera alusiva, la cultura del fan actual gira en torno a la enajenación absoluta: teorizar incansablemente sobre qué sucederá con cierto personaje, qué ocurrirá en la próxima secuela de la saga, quién morirá y quién sobrevivirá. La crítica sobria y fría es reemplazada por la víscera, que si no pasó lo que uno esperaba, que si la precuela, el cómic o el juego de video explicarán mejor lo que no desentrañó la serie. Grandes mitologías con decenas de personajes y lugares son construidos, aunque en el proceso es probable que se pierda la esencia de lo que hacía interesante a la obra.
Mientras más episodios y libros existan más tendrán los fans con que romperse la cabeza. Todo un sistema de recompensa se diseña para dar al fan no tramas y personajes elaborados, sino datos para memorizar y procesar que llenarán su cabeza, datos que tendrá que combinar con otros que vendrán en más libros y cintas hasta el fin de los tiempos. Esta maquinaria bien aceitada es la piedra angular de buena parte de la industria del entretenimiento que pretende que los fieles seguidores se conviertan en archiveros ambulantes y no en personas que reflexionen y analicen las motivaciones de los personajes y los mecanismos de las tramas. Un ejército de YouTubers (entre pagados y desinteresados) suman puntualmente el último video de reacciones del nuevo tráiler de Star Wars: Los Últimos Jedi - 
91% o sobre las mil y un teorías de la muerte de Carl en The Walking Dead - 81%. Se trata de alimentar el furor y la enajenación por algo que ni los propios fans entienden bien por qué les gustaba en un principio o por qué lo siguen fielmente a pesar de que ya se volvió más una rutina de trabajo que un hobby disfrutable.
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La cultura del Fandom
¿Le ha pasado a usted estimado lector? ¿Su saga favorita de cine o televisión se ha convertido más en una loza que en aquel objeto de esparcimiento que originalmente era? ¿Ha gastado más dinero en mercancía relacionada que en una membresía del gym o una cena con su pareja? Si la respuesta es un rotundo sí quizá sea hora de pausar y contemplar qué significa este esparcimiento en la vida. Por supuesto, cada quien vive sus aficiones como mejor le parezca y aquí no se ha descubierto ningún hilo negro ni tampoco se busca denunciar algún “mal capitalista”. El arte debe vender o de lo contrario se dejará de producir más arte. Sin embargo, la cultura del fandom de los últimos años definitivamente ha cambiado y, en muchos sentidos, podría decirse que para mal. La enajenación parece ser la prioridad y diferentes sagas fílmicas han sido estiradas hasta dejarlas narrativamente exhaustas. Las reacciones en extremo viscerales de ciertos sectores de fans a recientes películas de superhéroes o de aventuras espaciales parecen demostrar que esto va más allá de la afición. Que franquicias como Star Wars o los personajes de Marvel y DC se comportan más como partidos políticos, que se comprometen a repartir entretenimiento democrático, pero que a la vez mantienen en un perpetuo estado de insatisfacción a quienes los siguen, igual que cualquier partido político promedio. Los videos de presentaciones de tráilers en convenciones tipo Star Wars Experience respaldan la comparación: miles de devotos que vitorean anuncios mediáticos en eventos que emulan cualquier rally político.
Por un lado, la más reciente cinta del universo Star Wars dejó con un mal sabor de boca a muchos fans que vieron sus teorías caer ante las decisiones del guión de Rian Johnson. Por otro, los seguidores de Zack Snyder respondieron hostilmente a cualquier mala crítica de Liga de la Justicia - 41%. Son dos lados de una misma moneda, una donde un pensamiento colectivo de los fans busca imponerse ante cualquier otra opinión o realidad. Por supuesto, la misma industria alimenta esto porque, sin importar cuantas quejas existan, los fans nunca dejarán de consumir películas y series. Algo que va muy de la mano de esta situación es una cruda realidad que todo fan debe aceptar en algún momento: todo por servir se acaba. Así como Los Simpson ya no son lo que eran, otras franquicias también han agotado ya las historias que pueden contar e inevitablemente dan vueltas en círculo. A Star Wars ya le ocurrió y es que, como se mencionó al principio, la construcción de mitologías no garantiza historias o personajes interesantes. Son estos últimos los que realmente nos motivan a ver una historia, no la tonelada de explicaciones y teorías que puedan surgir. Lo entretenido de las grandes sagas son las interacciones de personajes como Kirk y Spock, los diálogos entre Legolas y Gimli, la camaradería entre los miembros de un equipo de superhéroes. Las tramas deben ser funcionales sin que se interpongan entre estos momentos, porque si lo hacen, entonces las cosas pueden venirse abajo fácilmente.
Cuando el hobby se vuelve una loza pesada
Una vez más, ni tiene algo de malo profesar una afición y no es que construir un universo temático de calidad no sea posible, pero ambos escenarios tienen sus fronteras, sus límites. Algo como Star Wars no necesita miles de planetas y teorías y mitos y personajes, nunca los necesitó, mientras que las cintas de Snyder para DC necesitan urgentemente mejores guiones. Por otro lado, si una afición se ha convertido en una cruz pesada que se debe cargar en cada exhibición, si ésta no permite ver con claridad los pros y contras de algo en lo que se invierte mucho tiempo y dinero, entonces definitivamente puede que haya un grave problema. Quizás el hobby tenga ya dientes y lo devore a la persona sin darse cuenta. Un momento de claridad para admitir que ni Star Wars, Harry Potter ni El Señor de los Anillos - 50% son las obras complejas y cerebrales que nos hemos convencido que son, que la vida puede seguir sin la existencia de alguna de ellas. Una vez hecha esta reflexión definitivamente un peso muy grande se liberará de los hombros. No se pierde nada con intentarlo…
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