El Super Bowl terminó con el choque de dos dimensiones o por lo menos ese fue el caso con The Cloverfield Paradox - 18%, la película original de Netflix y Paramount que pretende unir la saga que comenzó con Cloverfield: Monstruo - 77% hace 10 años. La franquicia, producida por J.J. Abrams, mantiene la suficiente coherencia para unir sus entregas, pero no la necesaria para responder satisfactoriamente a todas las preguntas.
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La película trata sobre un grupo de científicos en una estación espacial tratando de encontrar una fuente interminable de energía al encender el acelerador de partículas. Eventualmente, el experimento funciona, pero termina arrojandolos al otro lado del sol, pero pronto descubren que no están en el universo del que provienen sino en otro y diferentes horrores comienzan a desatarse.
Paralela a esta historia se narra la supervivencia del marido de uno de los personajes principales en la Tierra mientras que una guerra mundial se desata o por lo menos eso es lo que parece. El filme comienza como un thriller de horror que poco a poco crea tensión alrededor de las relaciones entre cada personaje y que luego se respalda en los elementos sobrenaturales que parten del fallido experimento.
Sin embargo, la trama es fácilmente predecible pues tiene por lo menos tres diálogos sumamente explícitos sobre lo que está sucediendo y a pesar de ellos, paradójicamente, muy poco queda claro, pues la película expone lo que le conviene sin dar razones a otros elementos que ayudan a desarrollar la historia, una mano cercenada que no parece morir por ejemplo.
A su favor destacan las actuaciones convincentes no sólo de David Oyelowo y Daniel Brühl, sino de su elenco en general. La trama se escuda en el mismo principio del que parte, la ruptura del espaciotiempo y la creación de múltiples dimensiones. Así, la producción explica el origen del monstruo de Cloverfield, aunque poco dice sobre la invasión alien de Avenida Cloverfield 10 - 90%.
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Otro gran problema del largometraje es el establecimiento de una línea temporal clara que permita entender en total el universo. La primera entrega está ambientada en 2008, pero esta tercera, que se supone sucede poco antes de los eventos de la primera, tiene anacronismos que la separan de los sucesos de la original tan obvios como un smartphone o el tamaño del monstruo que lo comenzó todo.
La tercera entrega es, por mucho, la más débil de la trilogía, quizá debido a los reshoots y el cambió en la trama original que Julius Onah tenía pensado filmar o tal vez simplemente por una pobre revisión del timeline de las cintas. Mientras que la primera es una sólida película de monstruos y la segunda es un thriller psicológico con elementos sobrenaturales, Paradox es mitad cinta de ciencia ficción mitad explicación conveniente de los agujeros argumentales entre los filmes.
El supenso y el horror funcionan, pero quizá si se hubiera mantenido separada del resto, como las primeras dos, hubiera funcionado mejor. Queda por ver qué sucederá cuando la cuarta entrega, que ya terminó de rodar y tratará sobre nazis (sí, nazis), entre a esta enredada franquicia de dimensiones alternas.
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