FICM 2023 | RESEÑA | Perdidos en la Noche | El enfoque se fue de sabático

Dispersa pero admirable en su ambiciosa riqueza temática, Perdidos en la Noche - 40% del director Amat Escalante (La Región Salvaje - 82%) es una película que se sumerge de forma cruda en el catálogo de problemáticas sociales que permanecen arraigadas en el país, y de las que todos somos víctimas de una u otra manera. Aunque la amplia gama de temas que intenta abordar termina jugando un poco en su contra, este es un thriller de matices que te dejará pensando varios días después de su visionado dada la complejidad de sus personajes y conflictos, y aunque no sacude con la misma fuerza del trabajo previo de su autor, es difícil descartarla teniendo elementos tan sólidos en su núcleo.

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La trama de Perdidos en la Noche gira alrededor de Emiliano, un joven habitante de un pueblo minero en México. Motivado por un profundo sentido de justicia, busca a los responsables de la desaparición de su madre activista, quien se había manifestado en contra de una compañía minera internacional. Al no recibir ayuda de la policía ni del sistema judicial, encuentra una pista que lo lleva a la excéntrica familia Aldama, integrada por un famoso artista, su esposa célebre y su hermosa hija. Después de conseguir trabajo como empleado en la casa de la familia, su determinación lo llevará a descubrir los secretos que se encuentran debajo de la superficie. En la escritura Amat Escalante comparte créditos con Martín Escalante, y en el elenco podemos encontrar a Juan Daniel Garcia Treviño, Ester Expósito, Bárbara Mori, Fernando Bonilla, María Fernanda Osio, Jero Medina, Mayra Hermosillo y Vicky Araico.

Arrancando con un prólogo capaz de dejar helado al más inmutable, el filme no tarda en dejar claras sus intenciones de poner en evidencia lo que hay detrás de la desaparición de cientos de mexicanos al año, los actos de corrupción que existen en el sistema judicial de México y la forma en que el capitalismo industrial es capaz de pasar por encima del ciudadano promedio para lucrar con la riqueza natural que pertenece al pueblo. Después de conocer a Emiliano, el protagonista de la historia interpretado por Garcia Treviño, una atmósfera de tensión creciente permea sobre cada escena mientras lo vemos decidido a encontrar respuestas sobre la desaparición de su madre años atrás, y tanto la imponente fotografía de Adrian Durazo como el inquietante diseño sonoro refuerzan este sentimiento de que el peligro se encuentra a la vuelta de la esquina. En este pequeño tramo de la película, Escalante opera como un conocedor del género, jugando con este estira-afloja del suspenso y planteando preguntas estimulantes a las que el espectador inevitablemente se sentirá enganchado.

Es entonces, cuando Emilio conoce a la familia Aldama y comienza a trabajar para ellos, que el caos comienza a apoderarse lentamente de la narrativa. Lo que hace unos momentos era una historia con un objetivo e intención claros, paulatinamente se presta al servicio de otros temas que no hacen mucho sentido con el eje central de la película: súbitamente se nos plantea una sátira al mundo del arte contemporáneo y los extremos morbosos a los que puede llegar, instantes después la película habla superficialmente de cómo los jóvenes pueden hacer todo tipo de cosas retorcidas para conseguir un poco de atención en las redes sociales, y por si no fuera suficiente también se abre paso una subtrama centrada en un culto religioso. Al final, este exceso quita un tiempo considerable de metraje para que el misterio central (lo verdaderamente importante) se desarrolle como debería, y lo que nos queda es un collage de conflictos a los que les falta profundidad y una resolución definitiva que nunca llega.

¿A qué se debe esta falta de enfoque de un director que había firmado grandes piezas cinematográficas en el pasado? La respuesta definitivamente está en la escala de la película. En sus trabajos previos, Escalante había operado con elementos más discretos, desde los actores, el diseño de producción y los elementos técnicos, tanto por elección como por motivos presupuestarios, pero lo que faltaba en efectos o grandes escenarios se veía compensado por el corazón y la creatividad de la puesta en escena, como todo buen cine independiente que sabe hacer mucho con poco. En Perdidos en la Noche, el que se podría considerar de momento como su trabajo más grande, mucha de esta magia indie se ve apagada por las grandes ambiciones del director, que en esta ocasión parece querer comerse el mundo entero en 120 minutos. Sí, todo es más grande y más lujoso, pero es pura fachada solamente, y si dejamos a un lado la estética impecable de todo, el contenido deja una sensación de vacío: aunque estamos recibiendo información constantemente, muy poco de ello termina siendo sustancial. Pero siendo optimistas, lo que hay aquí es una semilla prometedora de que en un futuro Escalante encontrará el perfecto equilibrio entre pasado y futuro.

En lo que respecta a la escritura, aunque la narrativa tiene sus baches aquí y allá los hermanos Escalante hacen un excelente trabajo perfilando a sus personajes para hacerlos interesantes a pesar de que no todos tengan el tiempo suficiente a cuadro para poder desarrollarse más a fondo. Que el protagonista resulte cautivador era de esperarse dado que todos los acontecimientos giran en torno a él, pero lo que hacen con la familia acomodada que llega a vivir al pueblo es lo que ocasiona que la historia nunca pierda su magnetismo: padre, madre e hija mayor tienen una personalidad excéntrica de la que nunca sabes qué esperar, y también se les da esta línea moral compleja que no los hace completamente antagonistas, son seres humanos llenos de capas que quizás nunca lleguemos a comprender del todo y por esa razón queremos saber cada vez más de ellos. El breve contexto que se les da a cada uno también da cierta lógica a las decisiones que terminan tomando en el camino, y es esta riqueza tridimensional la que los hace sujetos dignos de un análisis posterior.

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Pero todos estos bosquejos no serían nada sin las interpretaciones que el elenco trae a la mesa. García Treviño nuevamente sorprende desde la contención, realmente tiene pocos diálogos pero lo que hace con el lenguaje corporal es suficiente para despertar emociones y darle vida a un personaje que termina siendo confrontado por su realidad de diferentes maneras. Fernando Bonilla es toda una bestia y se roba el foco con estos arrebatos de ira y culpa que provocan escalofríos, mucho de esto respaldado por su físico imponente que resulta amenazador aunque esté pronunciando sus diálogos con calma. Mori y Expósito tienen un tiempo muy limitado a cuadro, y por ello ambas aprovechan al máximo cada una de sus escenas para hacer maravillas con el material que se les da. La revelación es Fernanda Osio como el interés romántico de nuestro protagonista, quien comparte una química convincente con todo el reparto y aligera la pesadez dramática de la historia con su presencia agradable.

Lo que es difícil de pasar por alto es lo artificial que se siente prácticamente todo el tercer acto, con giros que surgen de la nada y actos que cometen los personajes sin ninguna justificación. Después de tener un manejo decente del ritmo y tono, sorprende como se cae completamente la película con un ritmo apresurado que no le da espacio a los conflictos para que respiren y esta necesidad de causar un shock en el espectador a costa de la explotación de los personajes, es como si a mitad del camino se hubieran quedado sin ideas y hubieran arrojado a la mezcla todo lo que se les ocurrió sin detenerse a reflexionar si eso era lo que la historia necesitaba para atar todos los cabos.

Finalmente, Perdidos en la Noche - 40% termina, irónicamente, perdida entre sus propias ambiciones temáticas, con una evidente falta de enfoque a partir del segundo acto y un suspenso que comienza a diluirse a medida que la trama progresa. No obstante, este es un paseo salvaje por la culpa y la redención que vale la pena tomar, en parte gracias a las destacadas actuaciones de todo el elenco y el estilo mordaz de Escalante que no dejará indiferente a nadie al retratar una vez más los males que aquejan a la sociedad mexicana.

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