RESEÑA | Succession | Temporada 4: El tanque de pirañas se desenfrena

En honor a su título, desde sus primeros episodios, Succession - 98% se preocupó por cómo los cuatro hermanos Roy se repartirían el legado de su padre Logan, tras una complicación de salud. Más tarde, en la segunda y tercera, al regreso del patriarca, él emprende una guerra contra ellos, constantemente cambiando sus favores entre los cuatro, pero siempre ciñéndose sobre ellos como el pilar que sostiene Waystar, su imperio mediático. La cuarta y última entrega se perfila para ser la más brutal y una que vuelve a poner el ojo al precio que pagan ellos por la acaudalada herencia.

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Luego de ganarle a su padre (Brian Cox) una adquisición clave para el futuro de su nueva televisora de noticias, Kendall (Jeremy Strong), Roman (Kieran Culkin) y Siobhan (Sarah Snook) vuelven a probar la furia de su progenitor, quien aparece más molesto por el pobre trato que lograron que por el hecho de que se lo hayan arrebatado. Pero como los seguidores de la serie saben, toda jugada implica un nuevo movimiento y él siempre está un par de pasos adelantado.

En los nuevos episodios, Succession - 98% presenta un mucho más desenfrenado tanque de pirañas. Un importante evento pone a todos los personajes en jaque y, entre mordidas, cada uno trata de demostrarse como el depredador alfa. Más que en el pasado, los hermanos sacan a relucir los peores rasgos que aprendieron y obtuvieron de Logan mientras él sigue indeciso sobre cuál de todos ellos es el indicado para continuar su legado.

Es aquí que la escritura de Jesse Armstrong , el creador de la serie, destaca. Más allá del filoso ingenio que da a sus personajes, al que luego Strong, Snook y Culkin dan vida, su caracterización resulta tan precisa que es perfectamente posible al espectador anticipar las decisiones que cada uno tomará frente al desarrollo de la historia. Esta cualidad de predecible no debe tomarse como un punto negativo, pues lo verdaderamente enriquecedor de la trama es ver los enredos que esas mismas elecciones provocan. Y vaya que los libretos de la temporada final de Succession giran rápida y letalmente tal cual ruleta rusa.

En el pasado y con justa razón, el patetismo temerario que Strong imprime en Kendall, así como la entrañable insolencia que Roman obtiene de Culkin y el inminente sentido del horror que Cox provoca con apenas su semblante han ganado el reconocimiento de la crítica y sus pares. Pero estos primeros cuatro episodios pertenecen totalmente a Snook, quien, en perfecta sincronía con el personaje, esconde y blande las emociones necesarias para obtener u ocultar lo que quiere. Pero es la secuencia en un yate en la que rebasa por completo al resto de su elenco.

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Si bien la mayoría disfruta el relato por las trepidante trama y por el glaseado en humor negro que se regocija en los vicios de estos multimillonarios, como pocas veces en su pasado, los nuevos episodios diseccionan con este último elemento un lado más oscuro de la fortuna Roy. El efecto deshumanizante de su riqueza alcanza otro nivel cuando, a razón de proteger las acciones de la compañía, la redacción de un comunicado se coloca por encima de la decencia más básica. Pero de nuevo: la grata consistencia de la escritura de Armstrong es que esto no llega como una sorpresa total.

¿Quién tendrá los dientes más afilados y la mandíbula de mordida más amplia? Esa quizá sea la pregunta equivocada y una más precisa sería: ¿Quién ha aprendido mejor del viejo lobo a la hora de cazar a su jugosa presa? Las respuestas están por llegar. Succession - 98% vuelve a partir del 26 de marzo con un episodio nuevo cada domingo por HBO y HBO Max.

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