Pocas formas de expresión permiten construir toda clase de fantasías con el mismo impacto del cine. Ya sea para plasmar guerras galácticas o un épico romance de trágico desenlace en el mar Atlántico, la cinematografía construye, como dice por ahí uno de sus grandes maestros en su más reciente y personal película, “sueños que nunca olvidas”. Y algunos de nosotros, como la directora Elizabeth Banks, tenemos sueños retorcidos e irreverentes con bestias colosales y sangrientos festines. Y es en ese sentido que Oso Intoxicado - 67% resulta un goce total.
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Luego de cruzarse con varios paquetes de droga en un parque nacional, Oso Intoxicado narra la historia de uno de esos mamíferos gigantes que, tras consumir cocaína, emprende una sangrienta búsqueda por más de ella. En el camino, deberá lidiar con el par de criminales enviados a recuperar el cargamento y con un par de niños que, accidentalmente, dan también con los empaques del narcótico.
En esa travesía, el mayor acierto de la película es evitar el camino de Cujo - 59% y muchos otros filmes de ataques animales en los que son convertidos en despiadados monstruos, sino más bien rodearlo de un grupo de despreciables personajes humanos a los cuales es gratificante ver perecer ante las fauces del peludo protagonista. Esto y resistirse a huir de sus más sangrientas fechorías, y darles el centro del espectáculo, dan con una fórmula ganadora.
Y es que Oso Intoxicado - 67% funciona mejor cuando los zarpazos del animal son guiados por la mirada misántropa del relato. Ya sea por la caza que le da a una arrogante guardabosque, el festín que se hace a partir de un torpe y violento narcomenudista o el ataque a una fastidiosa pareja de excursionistas, usar al personaje para evidenciar lo engreídos que somos permite al espectador divertirse entre cada escena empapada de sangre. El protagonista de la película se convierte en un vehículo para desahogar, a punto de comedia negra, el desdén que sentimos por nosotros mismos como especie.
Banks hace, en ese sentido, un estupendo trabajo de mantener a los integrantes de su reparto justo por debajo de la caricatura para hacerlos verosímiles, pero al mismo tiempo totalmente fáciles de odiar. Su dirección, a nivel visual y rítmico, tiene el mejor entendimiento de cómo aprovechar el espacio a cuadro para crear tensión y luego romperla con los ataques del oso tanto como punto final en la acción, como remate de un chiste. Todo lo anterior tiene mejor emblema en una secuencia a bordo de una ambulancia en la que los desafortunados paramédicos intentan fallidamente escapar del oso.
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Pero todavía más sorprendente es que el guion de Jimmy Warden también evita la santurronería. Jamás incurre en la satanización del narcótico, sino que vuelve la ambiciosa persecución del mismo por parte de los contrabandistas, y contra todo sentido común, el primer dominó en caer y provocar su fatídico e irónico desenlace.
Las mejores audiencias sabrán reírse de sí mismas con Oso Intoxicado - 67% y su adictiva y misantrópica cruzada. En particular, quienes tengan afición por el gore, la comedia negra y los derechos de los animales estarán contentos de seguirle las huellas y las líneas blancas hasta las butacas del cine. La película ya se encuentra en cartelera.
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