El 2022 fue un momento peculiar para la industria cinematográfica. Siendo lo que podría considerarse la calma después de la tormenta, este año trajo consigo el regreso en plena forma de grandes cineastas contemporáneos que durante la pandemia por COVID-19 se dedicaron a preparar su próximo proyecto, y contrario a lo que uno esperaría, muchos optaron por presentar títulos de naturaleza íntima y personal con toques autobiográficos como Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades - 58% de Alejandro G. Iñárritu y Los Fabelman - 96% de Steven Spielberg. Este fue también el caso de James Gray (Ad Astra: Hacia las Estrellas - 90%, Z, La Ciudad Perdida - 87%), un autor que no es ajeno a los dramas de pequeña escala y en El tiempo del Armagedón - 88%, su último trabajo, presenta un relato cálido y conmovedor sobre la amistad, la familia y el paso a la madurez mientras repasa discretamente su propia juventud.
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En esta historia semi-autobiográfica sobre el paso de la adolescencia a la edad adulta en el barrio de Queens, a mediados de los años 80, Paul Graff lleva una infancia tranquila en los suburbios neoyorquinos. Junto a Johnny, un compañero de clase excluido por su color de piel, se dedican a hacer travesuras. Paul cree contar con la protección de su madre, presidenta de la asociación de madres y padres de alumnos, y de su abuelo, con el que mantiene una muy buena relación. Pero, tras un incidente, es enviado a una escuela privada, cuyo consejo de administración cuenta con el padre de Donald Trump como uno de sus miembros. El elitismo y el racismo sin complejos con el que se encuentra cambiarán drásticamente su mundo. En su elenco de primer nivel podemos encontrar a Banks Repeta, Anne Hathaway, Jeremy Strong, Anthony Hopkins, Jaylin Webb, Jessica Chastain , entre otros.
Como relato coming of age, El tiempo del Armagedón es simplemente maravillosa, un delicioso ejercicio de género que camina por la línea de cintas como Boyhood: Momentos de una Vida - 98% y Licorice Pizza - 100%, capturando con realismo agudo todo lo que conllevó crecer a inicios de los años 80, una época que ha sido romantizada al extremo tanto en el cine como en la televisión pero que realmente fue un momento donde todavía se vivía mucha desigualdad, discriminación y elitismo, situaciones que fueron dando paso a grandes cambios políticos y sociales.
Sin embargo, como drama con mensaje social es donde la película se queda corta al tocar solo por la superficie algunas de sus ideas más interesantes. Por momentos, Gray quiere abordar cuestiones raciales e intenta llevar a su película por ese camino, solo para una escena después olvidarse por completo de ello y no concluir con nada sustancial. Por otro lado busca tocar la pérdida y el efecto que esto puede tener en una familia completa, pero nunca se le dedica el tiempo suficiente al desarrollo de este planteamiento. A través de Paul Graff (interpretado con aplomo por Banks Repeta), el autor se cuestiona sus privilegios tanto económicos como de raza, pero una vez que deconstruye todos esos aspectos, ¿qué hace con eso? No mucho. Se entiende que este trabajo no pueda abarcar todo al retratar prácticamente solo un año en la vida de Paul, pero al final, cuando nuestro personaje da el salto abrupto a la madurez, no se siente que haya evolucionado mucho después del turbulento viaje que vivió. Lo mismo pasa con su crítica al sistema educativo, quedándose a medias tintas por no ser objetivo en lo que busca señalar.
A pesar de todo, la película es un bálsamo para el alma y gran parte de eso se debe a su fuerte elenco que comparte una química con la que todos podemos llegarnos a sentirnos identificados. En general, toda la historia gira en torno a las relaciones de nuestro joven protagonista y en el caso de su familia se llega a retratar con profundidad la importancia que estos llegan a tener en etapa formativa de una persona: específicamente con sus padres, Paul batalla constantemente con lo que el quiere para su futuro y lo que ellos quieren para él, una situación con la que en mayor o menor medida podemos empatizar gracias a que en varias secuencias se deja una pequeña semilla narrativa en la que entendemos que lo único que quieren sus progenitores es que su hijo no cometa los mismos errores que ellos, y aunque no siempre lo comunican de la mejor forma, queda claro que todo esta motivado por el amor, uno que quizás no saben transmitir del todo por el estilo de vida conservador que han llevado. Algo diferente sucede con el abuelo de Paul, Aaron (interpretado por Anthony Hopkins), que al no tener la responsabilidad directa de educarlo termina siendo el complice de su nieto, apoyando en todo momento sus sueños y esperanzas en una dinámica enternecedora que rasga las fibras del corazón. Cada secuencia que comparten ambos en pantalla es un deleite total en el que las actuaciones fluyen de forma natural y crea una atmósfera reconfortante que nos abraza y alivia la tensión asfixiante que llega a sentirse durante el segundo acto.
A pesar de que tanto Hopkins como Anne Hathaway y Jeremy Strong llegan a tener sus pequeños instantes para brillar individualmente, el filme le pertenece en su totalidad a Repeta y su coprotagonista Jaylin Webb, quienes desde el primer instante forman un vínculo auténtico de amistad que traspasa la pantalla, involucrándonos emocionalmente en su viaje de principio a fin. A pesar de su corta edad, ambos actores ofrecen un excelente despliegue dramático que se convierte en el corazón y alma de la cinta, convenciéndote de seguir mirando a pesar de que la historia muchas veces no sabe exactamente qué es lo que quiere decir. Es a raíz de esta fuerte dinámica que molesta un poco el desenlace que se le da al personaje de Webb quien, sin revelar muchos detalles, termina siendo puesto al margen por el mismo director y quedando como un simple dispositivo para que la trama se mueva y el personaje blanco “aprenda una lección de vida”.
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En cuanto al ritmo, El tiempo del Armagedón - 88% dura apenas dos horas y se mueve con bastante destreza por sus diversos pasajes, pero es verdad que algunas personas van a resonar más que otras con el tipo de narrativa que se ofrece aquí, al final es una película que busca retratar los momentos cotidianos de una vida y la belleza íntima que se encuentra en cada uno de ellos, pero si no estás en el estado de ánimo adecuado para verla o no te permites fluir con esa vibra contemplativa podrá parecerte que no está ocurriendo nada cuando en realidad es todo lo contrario, hay mil y una cosas desarrollándose de las cuales uno puede extraer mensajes valiosos siempre y cuando prestes atención a los pequeños detalles.
Sobre la escritura no sobra decir que James Gray ha ido perfeccionado sus técnicas para el melodrama filme tras filme y aquí estamos ante uno de sus trabajos más completos y redondos. El cineasta no tiene problema alguno para gestar emociones en el espectador sin llegar a sentirse manipulador o aleccionador, todo está basado en la maestría con la que va moviendo sus piezas para crear un rompecabezas al que es difícil resistirse. Como lo dije más arriba, hay muchas cosas que pulir en cuanto a dirección, pero al final esto no deja de sentirse como un trabajo sumamente personal y bien intencionado que nos permite conocer un poco más del autor y sus valores morales, por lo que vale la pena darle el crédito de entregar la película que sentía la necesidad de hacer. Y los altos valores de producción ahí están: el trabajo de fotografía es sobrio pero apropiado, la banda sonora es siempre evocadora y la ambientación nunca se siente fuera de lugar, todo conforma una alquimia sólida que exige verse en la pantalla grande.
Finalmente, como relato sobre la madurez, la importancia de la familia y el perseguir tus sueños, El tiempo del Armagedón - 88% es una pieza que pone en alto el nombre de todos los involucrados al remover emociones por minuto mientras captura tanto la luminosidad como la oscuridad que conlleva crecer en tiempos de crisis. Aunque en mensaje y en ejecución llega a quedarse a medias, este es un viaje que vale la pena emprender gracias a sus poderosas actuaciones y el corazón palpitante que reside en el núcleo de la historia, una que se quedará para siempre contigo cuando los créditos comiencen a rodar.
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