Como dijera el abuelo Simpson “Corría el año de mil novecientos tijiridos” -en este caso era finales del siglo pasado-, cuando encontrar y poder acceder a una película mexicana en el circuito comercial era prácticamente imposible. Por ejemplo, recuerdo alguna vez haber tenido que ir de un extremo al otro de la ciudad, para poder ver en complicados horarios, títulos como Sobrenatural o El Anzuelo. Hoy, a más de dos décadas de aquello y después de un par de esas eventuales y efímeras llegadas de lo que denominaban como “el nuevo cine mexicano”, el escenario es mucho más afortunado y prometedor.
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Transitando entre la prueba y error en cuanto a los mecanismos de los apoyos gubernamentales se refiere, así como los anacronismos y los vicios -por llamarle de alguna manera- de las instituciones, amén de los prejuicios que se han generado en cierto sector del público debido a proyectos estandarizados sobre fórmulas con las que algunos solo buscan llenarse los bolsillos; la industria nacional ha ido recobrando el necesario protagonismo y lugar que por derecho le pertenece.
A esto debemos agregar que al igual que ha sucedido con el cine independiente en el resto del mundo, esta se ha visto beneficiada por la explosión de las plataformas digitales, mismas que terminaron de cobrar auge en el último año debido a la contingencia sanitaria, redundando en una enorme variedad de estructuras y formatos de exhibición, abriendo nuevos caminos y espacios ante el avasallamiento de las superproducciones.
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Es así que no solo nos encontramos con que recientemente se han estrenado excelentes propuestas, sino que se han aprovechado diferentes vías para hacerlo. Tal es el caso de esa entrañable comig of age llamada Todo en Juego, que mientras se proyectaba en Cineteca se pudo ver en televisión abierta y se puso disponible un par de días en filmin latino; lo mismo que el del hipnótico thriller Selva Trágica - 83%, que a la semana de su estreno también estuvo disponible en plataformas digitales; y claro, sin olvidar a Ya no estoy aquí, que fue quizás la que sentó uno de los antecedentes más importantes al entrar directo al catálogo de Netflix al inicio de la pandemia, colándose de inmediato en el gusto del espectador, cuando sabemos que si hubiera ido a la cartelera, habría pasado más que desapercibida.
Luego si a esto le sumamos la llegada de las estupendas Los Lobos - 93%, Cosas imposibles - 93% y Sin Señas Particulares - 100%, las cuáles coincidieron en la cartelera apostando por la vía tradicional, además de a serie de reconocimientos que otras propuestas mexicanas siguen cosechando en los festivales y ceremonias internacionales, podemos que aunque estamos lejos de vivir una nueva “época de oro” como erróneamente algunos han mencionado; contra viento y marea nuestro cine va a la alza, para beneplácito de todos aquellos que nos mantenemos enamorados de él .
Ahora solo hay que esperar a que aquellos que aún tienen la errónea idea de que solo hay películas de los Chaparro y los Derbez, e incluso han utilizado este argumento para apoyar la extinción de los apoyos gubernamentales; se den la oportunidad de sorprenderse con la enorme cantidad de cine mexicano que existe y que cada vez está más a la mano de cualquiera.
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