Es imposible negar que muchos problemas sistemáticos por los que pasa el país provienen del colonialismo. Este es un hecho que, en las discusiones políticas y sociales de este año en México y el mundo, que han girado sobre el racismo, no es poco pertinente. Lamentablemente, y pese a una clara intención por hacerla visible, el documental 499 de Rodrigo Reyes falla en establecer y argumentar a favor de esa relación entre el pasado y el presente.
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499 es una documental con elementos de ficción. En él, un conquistador español naufraga tras la caída de Tenochtitlán y acaba llegando a la costa del México contemporáneo. En su viaje al centro del país, se encuentra con testigos de los diferentes problemas y escenarios violentos que aquejan a nuestra nación, como familiares de activistas desaparecidos, feminicidios y migrantes amenazados por el crimen organizado e incluso un ex sicario.
La estructura del documental propone un diálogo entre los testimonios de todas estas personas, y su experiencia con la violencia actual, y la reflexión del personaje de ficción sobre lo que él piensa y sabe, o cree saber, sobre las culturas indígenas que él se encontró cuando llegó con la exploración de Hernán Cortés. Si ambas suenan inconexas, es porque así lo son. No hay un propósito para el uso de este personaje más que darle una estructura en la cual insertar los distintos temas que se presentan.
El principal problema es que el documental parece estar mal enfocado. Si Reyes quería hablar de los distintos tipos de violencia que hay en el país y sus víctimas, entonces enmarcar el relato con el viaje de este conquistador no es más que un capricho, porque realmente no aporta nada al desarrollo temático de cada uno de los testigos que aparecen en él. Y, si más bien el director quería establecer una especie de causalidad o paralelismo entre la conquista y la situación actual de México, no hay argumentación o exposición que lo deje ver.
Esta es una tremenda oportunidad perdida ya que, generalmente, dentro de los documentales mexicanos más recientes en los que se ha explorado el tema de la violencia, como El Guardián de la Memoria, Hasta los Dientes - 100% o Las tres muertes de Marisela Escobedo - 100%, las consecuencias de ella siempre están relacionadas con la impunidad que goza el crimen organizado y la corrupción del gobierno en sus diferentes niveles. Apostar por una arista diferente a este fenómeno, que la explique desde un sistema heredado por esos años de colonialismo, puso haber sido muy interesante.
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Por desgracia, en lugar de optar por entrevistas, que hagan tal explicación, a estudiosos del tema, tales como expertos en historia de México, en estudios latinoamericanos, en el propio colonialismo o en sociología, Reyes prefirió confrontar estos pequeños vistazos a víctimas reales con un personaje ficticio cuya narración y viaje raya en lo cursi y parece más apelar a un sentimiento de rencor por ese hecho histórico antes que exhibir, demostrar o argumentar a favor de su relación con los problemas actuales del país.
El intento de 499 por reflexionar sobre la forma en que nos definió como nación la conquista, y cómo el fantasma de esa colonización permea en nuestra vida contemporánea, palidece ante el casi inapropiado resultado final de la película que hace protagonista a un personaje ficticio antes que a las víctimas de la violencia en México a las que cree estar dando voz, pero a quienes más bien opaca con su aspiración de irónica poesía que, muy al contrario, desvía la responsabilidad de los victimarios a un conquistador inexistente que existe solamente en la mente del director.
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