Los estudios cinematográficos aman las franquicias y más cuando se convierten en éxitos duraderos que les dan (o superan) las ganancias esperadas. Si hacen una película y esta se convierte en el tema de moda, les garantiza una cantidad interminable de artículos que cada vez que salen a la venta se agotan y existe la posibilidad de estirar su historia en varias entregas más y eso es algo a lo que no dudarán poner toda su atención. Mientras otros buscan el momento en el que pueden brillar, nadie lo hace como Disney. Esta compañía es una maquinaria siempre lista para producir una nueva franquicia con cada oportunidad que se le presenta y sus ejecutivos parecen no pensar dos veces antes de invertir cientos de millones de dólares en lo que creen aunque esto significa que se pueden equivocar.
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Sí, Disney ha cometido errores más grandes de los que el público puede recordar. Lo que muchos asocian primero a la casa del ratón Mickey son las propiedades adquiridas y no las originales de la compañía: el Universo Cinematográfico de Marvel, es decir las decenas de proyectos de Marvel Studios sobre los personajes de los cómics, todo lo que tiene que ver con Star Wars desde la adquisición de Lucasfilm y las animaciones de Pixar, que incluye clásicos como Toy Story - 100% y Buscando a Nemo - 99%. Nada de esto fue creado desde cero por The Walt Disney Company, más allá de las inolvidables historias sobre las princesas y con la excepción de Piratas del Caribe, que tuvo un éxito que no ha logrado repetir.
No hay que explorar tan a fondo en la filmografía del estudio para encontrar que una gran cantidad de sus proyectos ha tenido al menos una secuela. Podemos contar El Rey León 2: El Reino de Simba - 33%, Toy Story 2 - 100%, Buscando a Dory - 94%, Los Increíbles 2 - 90% o hasta la olvidada serie de películas Air Bud, que contó con cinco principales y siete spin-offs además de dos especiales navideños. Pero cuando se trata de construir una franquicia original, Disney ha fracasado y lo sigue haciendo. Es extraño hablar de fracaso cuando es de conocimiento de todos que la compañía genera una cantidad de dinero impresionante de sus producciones, a la que ahora se pueden sumar los suscriptores de Disney Plus, sin embargo cuando regresamos a ver a su historial de producciones nos damos cuenta que ha sido un desastre tras otro.
El inicio de una mala racha
En 2010, cuando el estudio ya había adquirido Pixar y recientemente Marvel al mando del CEO Bob Iger, empezó una rápida expansión. El primer título que lanzó fue Tron: El Legado - 51%, secuela de la cinta de 1982 que contó con los dos actores principales de la película original y fue promocionada por Disney en todos lados, desde parques temáticos hasta productos de consumo e incluso contó con una banda sonora hecha por Daft Punk. Este intento de asemejarse a Matrix - 87% costó un aproximado de US$200 millones y recaudó US$400 millones en todo el mundo mientras estuvo en cartelera, lo cual no es sinónimo de una buena recepción por parte del público y la crítica tampoco es que lo hizo mejor, ya que solo se habló bien de sus efectos visuales y el diseño de producción, mientras que se criticó duramente la historia, las actuaciones y el desarrollo de personajes. Dos años después de este fracaso sucedió la compra de Lucasfilm y eso enterró cualquier posibilidad de realizar Tron 3 porque la compañía decidió centrar esfuerzos en esta propiedad.
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Los fracasos que llegaron después
En ese año llegó John Carter - 51%, que fue incluida en nuestra lista de “fracasos de ciencia ficción que merecen un remake”, que por cierto pueden leer aquí, donde les contamos sobre la mala suerte que tuvo esta adaptación. Con el paso del tiempo se ha considerado una película desafortunada que, al contrario de lo ocurrido con Tron: El Legado, sí tuvo los ingredientes necesarios para triunfar. Aún hay fans que esperan una secuela o cualquier forma de revivir la historia que en ese entonces fue protagonizada por Taylor Kitsch, pero será difícil al tratarse de uno de los peores fracasos en taquilla ya que con un presupuesto de US$250 millones, uno de los más caros del estudio, apenas llegó a recaudar US$284 millones en todo el mundo. El material original en el que se basó está compuesto de varios libros que podrían haber sido adaptados si la película era un éxito.
El desastre de Artemis Fowl
Al siguiente año, Disney se volvería a estrellar con la realidad en dos ocasiones con películas de presupuestos mayores a US$200 millones y recaudaciones que representaron pérdidas: El Llanero Solitario - 31% y Oz, el Poderoso - 59%. La lista se hace más larga con Tomorrowland: El Mundo del Mañana - 50%, Un Viaje en el Tiempo - 43%, El Cascanueces y los Cuatro Reinos - 23% y su breve paso por las adaptaciones de videojuegos con El Príncipe de Persia: Las Arenas del Tiempo - 36%, las cuales se estrenaron entre 2015 y 2018. El caso más reciente fue el de Artemis Fowl - 13%, adaptación del primer libro de una serie de novelas que contiene ocho en total escritas por Eoin Colfer . Este filme tiene un largo historial puesto que fue en 2001 cuando se anunció que se realizaría. En 2003, el autor confirmó que se había terminado el guión y que ya se debía hacer el casting.
Sin embargo, tuvieron que pasar dos directores y diez años más para que Walt Disney Pictures confirme cuáles serían sus productores y a la vez informar que la película iba a cubrir las dos primeras novelas. En septiembre de 2015, Variety reveló que el nuevo director encargado del proyecto era Kenneth Branagh y que se había contratado un nuevo guionista, pero luego la película cambió varias veces su fecha de estreno, pasando de agosto de 2019 a mayo de 2020 y fue retrasada por la pandemia hasta que finalmente se estrenó en la plataforma de streaming Disney Plus en junio de 2020.
¿En qué se equivoca?
Decir que el fracaso se debe a lo “mala” que es una película, es tomar las cosas a la ligera. El problema es mayor y no se le puede echar directamente la culpa a los actores y directores contratados por el estudio. Bueno, en Oz, el poderoso se podría criticar la dirección blanda de Sam Raimi, pero no deja de sorprender que la reunión de Johnny Depp con el cineasta Gore Verbinski en El Llanero Solitario haya resultado ser un fracaso. En cambio, Un Viaje en el Tiempo, que fue dirigida por Ava DuVernay, tuvo un elenco que incluyó a Oprah Winfrey y Reese Witherspoon, permitió a la directora tomar ciertas decisiones creativas interesantes que lastimosamente no se tradujeron en el resultado esperado por el estudio.
Lo curioso es que esta adaptación parecía estar condenada desde el primer momento ya que tuvo una pésima llegada a la pantalla chica en 2004 con una película que quedó para el olvido producida por Disney. La novela homónima de 1962 es considerada como una obra imposible de filmar y Madeleine L'Engle , su autora, tuvo que pasar por 26 editores distintos antes de ser aceptada ya que según ella “es muy diferente”. Esto se complementa con el hecho de que Duvernay parecía querer algo totalmente opuesto a lo que se planteó el estudio, al igual que con las películas mencionadas anteriormente (Tomorrowland, John Carter, etc.) y esto nos lleva al punto más importante.
La obligación de cumplir con la marca Disney
Muchos de estos errores parecen venir de la necesidad que tiene el estudio de que sus proyectos sean lo que ellos quieren. El limitar el tono o estilo de una cinta reduce automáticamente las posibilidades que tiene para un buen desempeño en taquilla (y para que su director trabaje como se debe). No sirve de nada contratar a Raimi, Verbinski o Duvernay cuando son los ejecutivos los que toman todas las decisiones y esto impacta el arte de hacer cine de forma negativa. Esto es lo mismo que Disney ha hecho con Marvel Studios desde el principio, aunque para estas películas no ha contado con cineastas de tanto renombre, pero los resultados son mucho mejores al tratarse de personajes, en este caso superhéroes, con los que el público está familiarizado y que siempre querrá ver en el cine sin importar la calidad de sus películas.
Son las propiedades adquiridas las que se llevan todo el tiempo, dinero y esfuerzo de la compañía. Si Disney realmente quiere hacer que sus franquicias originales sean tan exitosas como la Saga del Infinito, deberá invertir más que unos minutos de su tiempo. Enfocarse al cien por ciento en proyectos desarrollados localmente, poner el dinero que se considere necesario y dejar a la gente hacer su trabajo. Películas como Un Viaje en el Tiempo sufrieron por el control del estudio pero también hay que reconocer que falla en sus efectos visuales, lo cual se nota al tratarse de una película de US$100 millones, un presupuesto que no se compara con otros estrenos y se notó en su calidad en la pantalla grande. Quizás es momento de que mire a su división de animación para darse cuenta de lo que debería cambiar para que su contenido original valga la pena.
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