Siempre que se anuncian las nominaciones al Óscar hay desaprobación por parte de la crítica y el público. Es normal que con tantas propuestas cinematográficas alguna película o actor se quede afuera de los finalistas, pero esto no evita que hayan muchas ocasiones en las que se considere un “robo” que la Academia decida ignorar ciertas opciones. También sucede lo contrario, cuando se cree que el candidato favorito a ganar es el que menos debería hacerlo, y aún así solo toca aceptar lo que eligen las personas que sí pueden votar para estos premios.
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Ya se han visto injusticias como Green Book: Una Amistad sin Fronteras - 78% o Argo ganando el premio a Mejor Película, cuando hubo otras candidatas más relevantes y hasta mejor realizadas y actuadas que las que se llevaron las estatuillas. Lo mismo sucede en otras categorías, y la de Mejor Actor, que siempre es una de las más comentadas y esperadas de la noche también ha tenido inconvenientes cuando le toca reconocer a la persona que lo hizo mejor.
De hecho, y lo que empeora la forma en la que se ve a la Academia, es que muchas veces se recurre a premiar a actores de los que se considera que su tiempo ya pasó, podría ser la última ocasión en la que vayan a recibir una nominación o que están por retirarse en poco tiempo, además que usan las estatuillas para corregir errores del pasado cuando decidieron dársela a otro actor en lugar de al que verdaderamente se lo merecía. No sabemos qué es lo que pasa por la cabeza de quienes eligen a los nominados, pero al menos podemos reconocer todas esas veces que se equivocaron y el premio fue a las manos equivocadas, que justamente son los que reunimos en esta lista.
Al Pacino
Este actor es una eminencia en el medio, pero el premio que recibió por la película Perfume de Mujer - 88% es el ejemplo perfecto para describir a un actor que ya esperó demasiado, como si realmente existiera eso. En ella interpreta a Frank Slade, un malhumorado coronel del ejército estadounidense que se encuentra en las reservas puesto que sufre de ceguera. A lo largo de su carrera fue nominado en varias ocasiones, incluyendo por El Padrino, pero la Academia prefirió darle el premio por esta, cuando debió haber ganado Denzel Washington por Malcolm X - 91%.
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Sean Penn
Esta entrada cuenta, literalmente, por dos. El actor que ganó por Milk: Un hombre, una revolución, una esperanza - 94% y Río Místico - 87% tiene dos estatuillas que debieron pertenecer a alguien más. En el caso de la primera, es sorprendente que lograra vencer a Mickey Rourke en El luchador - 98%, quien revivió su carrera, aunque por un corto tiempo, con un rol exigente dentro de una historia desgarradora para la que pareció haber nacido. En cambio, frente a la película de 2003 es aún inaudito que se lograra anteponer, por ejemplo, a Ben Kingsley en House of Sand and Fog o a Bill Murray en Perdidos en Tokio - 95%.
Leonardo DiCaprio
No lo tomen a mal. Nadie duda que Leonardo DiCaprio es un gran actor, pero su Óscar por la película de Alejandro González Iñárritu no fue el mejor movimiento de la Academia. El actor debió haber ganado la estatuilla dos años antes por El Lobo De Wall Street - 78%, pero nunca sabremos por qué no lo hizo. Por lo general, los papeles que obligan a un actor a transformarse físicamente son los que se llevan los Óscar, y este no fue la excepción. Sin embargo, hay un sabor amargo al saber que le llegó de la forma menos justa cuando competía Michael Fassbender con su brillante interpretación en Steve Jobs - 86%, además que también se sintió como un premio que debía llegar porque ya había perdido varias veces antes.
Rami Malek
Hay películas biográficas y películas biográficas. Algunas logran demostrar que hay un actor detrás de la figura que interpreta, pero otras quedan reducidas a simples imitaciones, aparentemente lo suficiente llamativas como para que alguien las considere para un Óscar. Ese fue el caso de Rami Malek al interpretar a Freddie Mercury en una biopic carente de todo lo que hizo célebre a Queen más allá de colocar unas cuantas canciones en ciertas secciones del metraje. Ese año estuvo también nominado Christian Bale por interpretar al vicepresidente estadounidense Dick Cheney, en un papel donde se nota que un actor aporta con detalles propios a pesar de basarse en otra personalidad.
Tom Hanks
Tom Hanks es otro actor que tuvo la suerte de participar en una película sobrevalorada/convertida en ícono, lo que le sumó puntos frente a otros actores que merecían ganar. Nos referimos a su participación en Forrest Gump - 72%, por la que se llevó la estatuilla dorada, en una edición de los premios de la Academia en la que debió ganar Morgan Freeman por su trabajo en Sueños de Libertad - 91%.
Matthew McConaughey
Otra vez, DiCaprio tuvo que haber ganado por su papel como Jordan Belfort, el hombre que cometió uno de los mayores escándalos en fraude y corrupción de Wall Street, pero decidieron ignorarlo. No podemos creer que Matthew McConaughey ganó un premio Óscar antes que él por El Club de los Desahuciados - 94%.
Gary Oldman
Entendemos que interpretó al ex primer ministro de Reino Unido y fue el hombre que lideró a la nación durante la Segunda Guerra Mundial en Las Horas Más Oscuras - 86%, pero ese mismo año hubo opciones más interesantes y mejores, por mucho, como la de Daniel Day-Lewis en El Hilo Fantasma - 97% o incluso Timothée Chalamet en Llámame Por Tu Nombre - 97%, a quien de seguro seguirán ignorando por ser muy joven. Curiosamente, el premio a Gary Oldman llegó por una situación opuesta, otra de esas en las que se merece el Óscar porque puede ser su última oportunidad.
Rex Harrison
El actor de Mi Bella Dama - 96% hizo un buen trabajo, pero en la edición de los Óscar de 1965 se “robó” la estatuilla a Peter Sellers, quien había realizado una actuación estelar en la película Dr. Insólito o Cómo Aprendí a No Preocuparme y Amar la Bomba - 99%, en la que interpretó tres papeles como el capitán Lionel Mandrake, el presidente Merkin Muffley y el Dr. Strangelove.
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