Una de mis películas favoritas de toda la vida, es sin duda Excalibur - 82% de John Boorman. La cinta, de la que por cierto platiqué muy a gusto con el crítico de cine Erick Estrada en su Cinegarage, es un alucine para quienes disfrutamos de la leyenda del Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda. La película combina varios elementos que la hacen única, algo que para Boorman formaba parte ya de su ADN. Fue a partir de Excalibur que llegué a Zardoz. ¿Pensaban que la primera era ya muy particular? Hold my beer!
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La primera imagen que sobresale en todo el arte de Zardoz, es la de un Sean Connery enfundado en una tanga roja. Sí, la imagen no deja de producir gracia, pero también una muy grande curiosidad. Después, continuando con el husmeo, uno se encuentra con una cabeza de piedra gigante voladora y con un ejército de mujeres con poca ropa y montando a caballo. Zardoz, como su propio título lo indica, es una experiencia distinta y única.
La trama nos presenta un mundo distópico en el que hombres denominados Exterminadores son los ejecutantes de los deseos del Dios Zardoz; un dios vengativo quien pide acabar con lo que queda de la humanidad. Asesinando a los pocos sobrevivientes, quienes entre penurias intentan mantenerse con vida, los Exterminadores tienen como misión salvar a la Tierra de la plaga que resultan los humanos. Sin embargo, aunque obedientes y ciegos con su Dios Zardoz, uno de los Exterminadores consigue infiltrarse en la cabeza gigante voladora; se trata de Zed (Sean Connery), un hombre diferente.
Una sociedad privilegiada, que Zed descubre tras aventurarse en el gigantesco monolito divino, resulta la responsable de la tragedia de las mayorías. Aislados, en literalmente una burbuja que los separa de los demás, los Elegidos –mayormente mujeres– son seres que terminan por subsistir desprovistos de los elementos básicos que hacen sentir a uno vivo.
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Aunque se alimenten y descansen bien, los Elegidos tienen un problema principal: la inmortalidad. Años de permanecer con vida les ha quitado sentido a sus vidas, mismas que resultan poco estimulantes en un mundo sin aspiraciones, sueños ni anhelos. Ahí, en ese lugar, llega Zed a trastocar el frágil equilibrio: la energía de su fuerza viviente terminará por cimbrar a una sociedad estancada.
Visualmente la película resulta muy interesante. Con pocos elementos para la creación de un universo a cientos de años de nuestros tiempos, John Boorman consigue involucrarnos e interesarnos en lo que sucede. Temas filosóficos sobre la vida, la muerte, el placer y la venganza, terminan siendo parte de una cinta que resulta ambiciosa.
En Zardoz hay una crítica muy sólida a la sociedad de su tiempo, sino también a la nuestra contemporánea.
Sí, resulta inevitable comparar Zardoz con la ya mencionada Excalibur de unos años después. Las peleas, quizá con menos sangre, no dejan de ser crudas y realistas. Los elementos mágicos, como el mismo Zardoz que se autodenomina como un Merlín “moderno”, se mantienen presentes en un universo que bien podría ser el de Excalibur. Inclusive, en esencia, se percibe la influencia de la leyenda “arturiana”. ¿Para rematar? El uso de música clásica para la parte sonora de la cinta; en este caso la Sinfonía 7 de Beethoven, muy bien utilizada como parte de la trama.
A pesar de las fallas de Zardo”, como los son un ritmo deficiente y un guión irregular, la película de John Boorman no deja de ser interesante. La cinta pertenece a una época en la que la ciencia ficción era retratada de otra manera. Las reflexiones que salen tras revisar la película, resultan interesantes para el debate.
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Ah, por cierto, para los fans de James Bond hay guiños muy importantes en el personaje de Zed; porque sí, recuerden que Sean Connery fue el primer 007 en la historia del cine.
¿Qué dicen, la ven y la platicamos?
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