Octubre establece una nueva cifra récord en lo tocante al cine mexicano que logró alcanzar la cartelera: 13 producciones y coproducciones nacionales tuvieron salida a pantallas gracias al circuito comercial y al cultural.
Dos periodistas del medio cinematográfico se dieron a la tarea de ver dichas producciones, y nos dan a conocer sus impresiones sobre algunas de ellas, así como un diagnóstico de cual es el estatus del cine nacional que, mes con mes y muchas veces con grandes esfuerzos, logra estrenarse.
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Alex Vanss - Egresado de Comunicación por la FES-Acatlán, UNAM. Colaborador de Revista Encuadres.
Una buena campaña publicitaria, un buen tour de medios y una buena presencia en redes sociales pueden marcar la diferencia entre colarte en el top ten de la taquilla mexicana o pasar sin pena ni gloria y esperar que los circuitos alternativos sean los que te den las ganancias que el cine comercial no te pudo dar.
Ésta casi nunca es la estrategia de películas mexicanas tal vez por el bajo presupuesto que tienen para la difusión o por una mala planeación logística de no saber cuál es el público al que está dirigido su filme.
Es bien sabido que los grandes complejos de exhibición cinematográfica suelen darle horarios complicados a las películas nacionales, uno de los casos más recientes es Tamara y la Catarina - 100% que figuraba en una sola sala en el complejo de Cinépolis Universidad en el cual casi no había publicidad oficial de la cinta, sin embargo, la gente encargada de la difusión en redes sociales se mantenía activa esperando con esto llevar nuevo público a ver la cinta dirigida por Lucía Carreras, que no está demás decir que tal vez es una de las mejores películas estrenadas en 2018, al envolvernos en un drama social y angustiarnos por lo que le pueda pasar a la Catarina, porque en este filme Lucía logra estresarte, angustiarte y, sin ser thriller, ponerte al filo de la butaca ¡Ay Tamara!
Y es que así debe ser, el cine mexicano debe apostar por estar presente en las diversas plataformas: periódico, radio, televisión, medios digitales, pero también la redes sociales con campañas fuertes, que inviten a los públicos a ir al cine y arriesgarse a ver películas mexicanas que en muchas ocasiones sorprenden al espectador y le demuestran que la cinematografía nacional ha dejado de ser esos churros mal hechos, esas películas con sonido defectuoso y que ahora son películas dignas, a nivel de cualquier otra cinematografía de calidad, no por nada el cine nacional ganó muchos premios a nivel internacional este año que comienza su recta final.
El cine mexicano experimenta su mejor época de bonanza, hay cine para todos, sin embargo, este cine no llega a todos y eso es lamentable pues hay cintas como Mexicanos de Bronce; la propia Tamara y la Catarina; Rush Hour - 86% o incluso Atroz - 63%, de Lex Ortega, que no pudieron ser vistas por los grandes públicos a pesar de ser grandes filmes.
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Debemos resaltar que aunque el cine mexicano compitió contra grandes blockbuster como Venom - 35%; Halloween - 92%; Escalofríos 2: Una Noche Embrujada - 29%; Nace Una Estrella - 92% o el reestreno de Coco - 97%, este mes tuvo buenos números en taquilla con películas como Si Yo Fuera Tú; La Gran Promesa; Ni Tú Ni Yo - 78%; Te Juro Que Yo No Fui - 13% y por supuesto Museo - 89%, la más reciente película de Alonso Ruizpalacios protagonizada por Gael García Bernal, por lo que debemos apuntar que pese a todo el cine nacional está encontrando su camino y su público. Esperemos que este buen paso continúe hasta 2019.
PD. Ahí viene Bayoneta - 38%.
Julio César Durán - Editor y colaborador de la revista F.I.L.M.E. Actualmente Jefe del Área de Prensa en la Cineteca Nacional.
Parece que el mes de octubre fue un momento de bonanza para los lanzamientos oficiales en cartelera por parte del cine mexicano. Más de una decena de películas nacionales llegaron a diferentes salas lo cual permite tener más y más opciones para elegir y no sólo el puñado de filmes norteamericanos de siempre. Yo me enfocaré en una tercera parte.
La ópera prima de Juan Pablo Blanco, realizador que ha tenido hasta ahora una carrera en la televisión, arranca bien y nos muestra una historia de redención, memoria y emociones en parajes boscosos y llenos de misterio que quizá poco se ven en el cine mexicano. A pesar de no amarrar la narración del conflicto de adulto con las memorias de infancia del protagonista, lo que sí tiene este filme es muy buena idea de cómo emplazar la cámara y qué tipo de imagen necesita la historia. El montaje de los planos y el hilo conductor, audiovisual por supuesto, están bien construidos, cosa que da cuenta del dominio que el joven director en la dirección y en la puesta en escena. La historia a ratos queda a deber pero, vamos, como primer largometraje está muy bien aterrizado.
Aquí se trata del segundo largometraje de Alonso Ruizpalacios, quien impresionó con Güeros - 94% hace un par de años. En este filme el también dramaturgo vuelve a poner el ojo en personajes jóvenes, envueltos por un limbo social o familiar que buscan dar un giro radical a su vida en pos de encontrarse a sí mismos o encontrar respuestas a preguntas no hechas.
Esta película, que narra de manera libre el robo al Museo de Antropología e Historia en 1985, pone como protagonistas a Gael García y a Leonardo Ortizgris, quienes darán vueltas en un circuito de vivencias y emociones, cual satelucos que salen del cascarón. Con un gran inicio, Ruizpalacios y todo el conjunto de actores consiguen mantener una tensión deliciosa durante gran parte de la película, cosa que se pierde en la segunda mitad donde el conflicto parece estancarse para una vez más volver con todo hacia el final. Un poco desigual, el filme sí logra algo que pocos directores en activo han conseguido: un cine autoral que además pretende, como meta principal, entretener.
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Hay algo que Lex Ortega cumple con esta obra, y es que desde la publicidad de la película se ofrece al filme más violento de la historia del cine mexicano. Hasta donde puede verse, la premisa se consuma satisfactoriamente en un (casi) videohome que se regodea en la brutalidad de sus personajes principales, un par de asesinos seriales de quienes encontramos el registro de sus fechorías.
No hay mucho más qué decir de un largometraje que existía anteriormente como corto y que quizá era más contundente en aquel formato. Acá sólo se alarga sin sentido un argumento muy básico que no da para más, dado que a los pocos minutos del filme ya se dijo todo lo que se quería decir y simplemente se repetirá durante una hora y veinte minutos aproximadamente.
Lucía Carreras sabe hacer algo y lo sabe hacer muy bien, construir personajes con profundidad y verosímiles que tocan al espectador a más de un nivel. En esta película vamos a encontrar a dos mujeres unidas por un suceso: Tamara, una mujer con cierta discapacidad, se lleva “por ocurrencia” a una niña pequeña, pero al advertir los problemas, Doña Meche le ayudará a regresarla con sus padres o por lo menos a intentarlo.
Se trata de una sencilla historia que pondrá en una odisea cotidiana a estas dos mujeres y hará evidente su emotividad, pero también lo fácil que es ignorar y poner en segundo plano a una mujer de clase humilde en una ciudad tan vertiginosa y agresiva como lo es la capital mexicana. Sin ánimos de ser grandilocuente o tremendista, esta película da fe de un cine entrañable que puede hablar del abandono de dos mujeres sin prejuicios ni señalar culpables, simplemente demostrar un contexto y cómo funciona éste.
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