Intitulada en nuestro país como Olé: El Viaje de Ferdinand - 70%, este largometraje adapta la novela infantil escrita por Munro Leaf e ilustrada por Robert Lawson. Es protagonizado por un joven novillo, quien nació y vive en una ganadería especializada en la crianza de los mejores toros de lidia. El sueño de casi todos los bovinos de allí (incluido el padre de Ferdinand), es salir un día al ruedo en una gran arena, derrotar al torero al que se enfrenten, y de esa forma ganarse un pase a una vida cómoda y despreocupada. Pero él es diferente, y prefiere pasar su tiempo olfateando y cuidando flores, en lugar de entrenar para convertirse en un fuerte espécimen, y ser elegido en un futuro para ir al ruedo.
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Por una serie de circunstancias desencadenadas tras la partida de su padre, Ferdinard escapa de la ganadería y se interna en el bosque cercano. Allí es encontrado por una familia que se dedica a la floricultura, y deciden adoptarlo a ver su mansedumbre y su gusto por las flores. Así, pasa el tiempo y pasa de ser un lindo ternero a convertirse en un enorme y fuerte espécimen, aunque su carácter dócil y tranquilo permanece.
Nuevamente, una serie de eventos interviene, y Ferdinand es devuelto a la ganadería de donde escapó, para volver a ser entrenado para la fiesta brava. Allí, se reencuentra con viejos conocidos y rivales, conoce también a una serie de peculiares y locuaces personajes, y descubre la cruda verdad sobre lo ocurrido a su padre y otros toros que le precedieron, y el gran engaño en que han vivido envueltos durante años. Ante tan sombrío destino frente a él, decide hacer todo lo posible por evitarlo y cambiarlo no solo para sí, sino también para todos sus compañeros recluidos allí.
Aunque Blue Sky despliega lo mejor de su oficio en el ramo de la animación en esta película, la anécdota central sobre la que la trama se edifica es débil y un tanto absurda: los toros glorifican el acto en el cual serán inmolados. Tal enfoque en sí produce reticencia, y esto provoca que al filme le cueste trabajo moverse y enganchar en su parte inicial. Tampoco le ayuda una introducción floja, sosa y demasiado elemental. Y que las contrapartes humanas alternadas con los protagonistas animales de la cinta, sean (en términos de diseño y personalidad) una nulidad o en el mejor de los casos meros elementos decorativos (salvo la simpática abuela quien parece pariente de Mr. Magoo y protagoniza uno de sus momentos más cómicos) no ayuda al relato.
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Pero conforme la historia avanza (y se expone la mentira en que los personajes han creído todo este tiempo), esta recompone el camino y se vuelve un poco más fluida, impulsada tanto por el personaje central, como por los de apoyo quienes consiguen, después de todo, captar la simpatía del espectador y que este repare menos en las carencias, contradicciones y la falta de consistencia del argumento. Entre una cabra extrovertida y desquiciada, un trío de puerco-espines ladrones, un toro que parece la versión bovina de Arnold Schwarzenegger, otro que (literalmente) no ve más allá de sus narices y una cuadrilla de potros bailarines presuntuosos logran en conjunto llevar el barco a buen puerto, e insuflar vida a una historia muy mediana, que busca exaltar valores como la amistad, la solidaridad, el valor y la nobleza como herramientas para enfrentar a un mundo donde la competencia, el egoísmo y el individualismo son la norma, y el matar o ser muerto es lo único que cuenta.
De esa forma, Olé: El Viaje de Ferdinand se queda con un benévolo indulto. No logra ser una película que cause revuelo o alcance cierta notoriedad como este año lo fueron (en la misma categoría) Coco - 97%, Cars 3 - 68% o incluso Un Jefe en Pañales - 52%, y se mantiene únicamente como una opción en cartelera entretenida para los más pequeños (y que también hará reír un poco a sus padres que les acompañan). Un mero producto para la temporada invernal.
Y a propósito de Coco: sería interesante descubrir si este filme de Blue Sky tendrá detractores que pudiesen sentirse ofendidos porque (como pasó con la producción de Pixar) sientan que el filme desvirtúa la tradición (taurina, en este caso), argumentando que la trivializa, la malinterpreta o de plano la ridiculiza.
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