Una breve lista de las muchas cosas que los años sesenta nos trajeron de Inglaterra tendría que incluir a Benny Hill, los Beatles, los Rolling stones, los Who, las películas de Richard Lester, las novelas de Allan Silitoe, así como la presencia de un cómico inolvidable: Peter Sellers, la voz de Ton Jones y, en un destacadísimo lugar, a los Monty Python, el grupo de comediantes que renovó las formas de hacer comedia televisiva en su tiempo y nos regaló una serie de películas que no han perdido ni su actualidad ni su ácido e inteligente sentido del humor.
El grupo estuvo integrado por seis talentosos artistas (lo mismo actuaban que componían, cantaban, escribían y bailaban que aportaban ideas y dibujos para las desopilantes animaciones que aparecían en el show): Eric Idle, Graham Chapman, Michael Palin, John Cleese, Terry Jones y Terry Gilliam. Herederos lo mismo del mejor humor Shakesperano, que de la paradójica imaginación de Lewis Carroll , del nonsense, que de los cortos de cine mudo de los años 20, del teatro patafísico de Alfred Jarry, que de la comedia del arte, así como de una buena dosis de los hermanos Marx. A este, ya de por sí, explosivo coctel habría que añadir ese raro don que el grupo poseía que los tornaba capaces de reírse de todo aquello que, en principio, parecía no ser un material apto para la comedia.
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Irreverentes, anárquicos, infantiles, su irrefrenable tendencia a ser políticamente incorrectos, anticlericales, sexistas, incómodos y no pocas veces incoherentes (ya que lo mismo tomaban material de la historia que de la vida cotidiana, como parte los blancos para sus certeras puyas), el grupo, que ha sido visto como un ejemplo de contracultura, carecía de una agenda política. Eran satíricos, y por ende críticos. Se burlaban de las buenas costumbres, de los políticos y de los banqueros, de las amas de casa y de los oficinistas, de los militares y de los tontos, porque los encontraban risibles, no porque militaran en un bando contrario al de ellos. Sus blancos fueron lo miso los conservadores que los abanderados de la vanguardia.
En 1969, los seis comediantes que, según George Harrison, habían heredado el espíritu de los Beatles, aparecieron por primera vez juntos en el programa de televisión que los catapultaría a la fama: Monty Python Flying Circus. El título del show y del grupo, derivó, de una idea inicial para el programa, el cual versaría sobre las andanzas de un representante teatral bastante tranza, llamado Monty Python. El nombre, que no significa nada, resultó de una propuesta surgida de un par de los miembros que sugirieron“Python” (pitón) pues según ellos daba la idea de algo resbaladizo y “Monty” como sugerencia de un estereotipo de británico alcohólico. En el programa hacían parodias, entrevistas, números musicales y sketches. Haciendo gala de libertad y disciplina. No pocos se sorprendieron al saber que el grupo no era afecto al consumo de drogas mientras escribían sus guiones, por el contrario, lo hacían con gran rigor y meticulosidad. John Cleese ha confesado que él y Graham Chapman podían pasar todo un día deliberando sobre la palabra correcta para usar en un sketch.
Según Terry Gilliam uno de los factores que permitió a esta suma de talentos y egos funcionar, fue el hecho de que todos estaban locos, pero cada uno estaba loco a su manera, lo que trajo como consecuencia que “sumábamos una sola personalidad efectivamente loca, que operaba de una manera extrañamente funcional”.
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De la comedia televisiva saltaron al mundo del cine con una película qué, básicamente, era una antología de los mejores sketches de las primeras temporadas de su programa. La película carecía de ambiciones y resulta un tanto simple, pero Monty Python And Now For Something Completely Different, resultó todo un éxito. No obstante, el grupo quedó descontento por las limitaciones que les impuso el estudio. Esto motivo que crearan su propia productora y, bajo la dirección de Terry Gilliam emprendieran una nueva aventura: Monty Python and the Holy Grail. Esta segunda película, que parecía destinada al fracaso por varias razones: la primera era la falta de dinero y la segunda, los muchos desacuerdos en el grupo. Lograron reunir una cantidad, bastante pequeña para los estándares de la época, gracias a la participación en forma de donativo que recibieron de grupos de rock como Led Zepellin y Pink Floyd. La leyenda dice que lo hicieron por admiración al grupo, pero en realidad los movió un motivo mucho menos altruista: era una forma segura de evadir impuestos.
No sería la única colaboración entre benefactores provenientes del rock y el grupo de comediantes. En 1974, gracias a la participación de Hand-Made, la productora cinematográfica de George Harrison, pudieron llevar a buen fin La Vida de Brian - 96%.
Por otro lado, aunque muchas personalidades del rock confesaron abiertamente su admiración por los Monty Python, éstos no eran, particularmente, fans del rock. Cuando a John Cleese le comentaron que John Lennon había declarado que le hubiera gustado pertenecer al grupo, confesó, haciendo gala de su peculiar sentido del humor, lo siguiente:
No sabía que en ese tiempo John fuera un fanático. Pero yo soy muy ajeno a la música, y por alguna razón no me gusta el rock, que es casi una herejía.
Y quizá nada mejor para definir a este grupo que la palabra herejía, en cuanto a que siempre estuvieron dispuestos a burlarse de los dogmas y a dinamitar todo aquello que encontraban políticamente correcto, incluida, por supuesto, la contracultura.
Cuando le pidieron a Cleese que intentara definir la diferencia entre el humor del grupo y el de otros comediantes, lo hizo de una forma impecable y sumamente ilustrativa:
Es la diferencia entre un cuento de hadas negro y un cuento de hadas blanco. ¿La conoces?... El cuento de hadas blanco comienza, "Érase una vez"; y el cuento de hadas negro comienza, "Usted, hijo de puta, no va a creer esta mierda."
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