El término políticamente correcto surgió en la antigua Unión Soviética y era usado por disidentes para referirse a miembros del partido político oficial del estado, ya que estos seguían al pie de la letra la doctrina dominante y por ende se les consideraba “políticamente correctos”. En la actualidad el término —con eco a su origen— hace referencia tanto a personas como instituciones que siguen los lineamientos “correctos”, aprobados por instancias gubernamentales y medios. Dicho sea en otras palabras, se trata de seguir la línea editorial política de los tiempos: ya sea demonizar a un bando político opuesto (comunistas, capitalistas) o realizar un proteccionismo de algún supuesto grupo vulnerado (comunidades negras, musulmanas o derechos de la mujer). Así como, en la antigua Unión Soviética, la corrección política no toleraba que se le cuestionase o contradijera; quienes se atrevían a hacerlo sufrían la furia del estado. En la actualidad, las redes sociales conformadas por guerreros del hashtag, cumplen este cometido.
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Supuestamente vivimos tiempos más “tolerantes”, pero la corrección política contradice abiertamente esto, ya que cualquier discurso impopular es inmediatamente calificado de sexista, racista y enterrado por los medios masivos. Lamentablemente, el primero en pagar los platos rotos del tribunal del santo oficio de lo correcto es el arte. Esto no es ninguna novedad, pero en la actualidad la ferocidad con la que se persigue las ideas “nocivas” harían casi ruborizar al mismo Tomás de Torquemada, además de hacer sonreír plácidamente a Stalin y Mao. Cualquier chiste, comentario u observación que sea calificada de inapropiada por nuestros guardianes posmodernos significa una letra escarlata en la carrera del infractor. Prácticamente, todos los días hay casos en redes: desde un Steve Martin, condenado por alabar la belleza de Carrie Fisher; hasta la misma Mujer Maravilla - 92%, acusada de no representar lo suficientemente al “feminismo”, por ser una mujer bella y aguerrida que busca un trato equitativo con los hombres.
La industria del cine ha tenido que responder acorde con estos tiempos, con cintas más estériles y anestesiadas que no ofendan los frágiles sentimientos de ningún grupo u organización. Hemos llegado a un grado tal que los mismos estudios se auto censuran en su afán de no perturbar la sensibilidad de nadie. Sony tomó, recientemente, la decisión de editar varias de las películas de su catálogo para sus transmisiones en televisión y aerolíneas comerciales. Es muy similar a lo que hizo Café Tacuba al declarar que dejarán de tocar "La Ingrata" por su mensaje sexista contra la mujer. Pareciera que las sociedades posmodernas no sólo quieren evadir la realidad, sino que también, negarla por completo dentro de la misma ficción, la cual existe para ayudarnos a entender las complejidades de nuestras realidades.
Sin embargo, hubo una época en la que el arte y entretenimiento masivo de consumo popular no se encontraba atorado en absurdos dilemas de subjetividad emocional. La Europa de los 60, el Hollywood de los 70 o el Hong Kong de los 80, eran abiertamente hostiles a la corrección política (algo que aún ocurre en buena medida en el cine asiático), esto porque los movimientos contraculturales de sus respectivas épocas habían hecho de la controversia su bandera. Muchos críticos revisionistas y de corte “progresista” gustan denunciar a estas cintas del pasado como ejemplos de épocas “racistas y sexistas”, pero la realidad es otra. Una verdadera política de equidad narrativa implica que los personajes pasan por las mismas vicisitudes sin importar que sean blancos, negros, hombres o mujeres.
Los siguientes ejemplos son muestra de un cine que difícilmente veremos producido en estos días. Cine que no se preocupaba por hashtags ni campañas de change.org. Esta remembranza los tentará a decir que todo tiempo pasado, sí pudo haber sido mejor.
Sería fácil escoger cualquier película de Bond de la era de Sean Connery para incluirla en la lista. Éstas contienen suficientes elementos políticos y sociales de la época para hacer que el crítico más progre saque espuma por la boca. Sin embargo, el debut de Roger Moore como el agente 007 se distingue —en particular— por sus elementos de blaxploitation que en la actualidad Hollywood no se atrevería a tocar, ni con el pétalo de un Final Cut. Tener gente negra de villanos y, además, elementos de vudú; alebrestaría a Black Lives Matter y demás seudo defensores de los derechos raciales. Sin ser de las mejores cintas de Bond, hay mucho que rescatar de ella, ni hablar de tener uno de los mejores temas de la franquicia, fruto de la pluma de Paul McCartney.
Mandingo
Seguimos con el blaxploitation y es que la fiebre del cine de explotación negro (cintas de acción protagonizadas por actores de color) estaba a todo lo que daba en los 70, por lo que Paramount decidió realizar una épica en una linea similar y basada en una novela de nombre Mandingo. Una suerte de Lo Que El Viento Se Llevó - 94% pero con un filo extra: turbia, malvibrosa y muy alejada del relato de romance protagonizado por Clark Gable. El reparto lo encabezaba un actor respetado, James Mason, pero la crítica fue inmisericorde, aunque la taquilla sí recompensó a los productores. En la actualidad las películas sobre esclavitud levantan bastante escozor, sin importar con qué tono se trate el tema, a menos que sea algo pomposo y seguro como un 12 Años de Esclavitud - 96%.
El tema racial es y será siempre un botón de alarma en Estados Unidos, un asunto que se niega a morir sin importar cuántos avances en materia de derechos civiles se hayan logrado. Es la munición ideal de grupos políticos que buscan empujar sus dudosas agendas. El señor Mel Brooks ha realizado su carrera fílmica de mano de la controversia y cuando se estrenó esta comedia western, la polémica no se hizo esperar. Un sheriff negro llega a un pueblo de blancos a impartir justicia y cierta palabra que empieza con la letra “n” es vociferada docenas de veces. La postura de Brooks es claramente opuesta al racismo, pero para poder lograr confrontar a la audiencia tiene que arrojarles en cara esa palabra que no se atreven a decir y que representa el fantasma de algo que se rehúsa a desaparecer del todo.
Aunque lejos de ser la película más controversial y áspera de la época de oro del cine de género italiano, Django - 92% contiene suficiente material espinado para evitar que se hiciera un remake fiel de la misma. Un western atípico y amoral donde no hay héroes ni esperanza para nadie. Franco Nero interpreta a un hombre que sólo busca oro y venganza, atrapado en un conflicto entre sureños racistas y bandidos mexicanos. Todas las mujeres de la historia son prostitutas y sólo sirven como carne de cañón para los personajes masculinos, Nero incluido. En nuestro país nos hemos vuelto bastante sensibles ante cualquier interpretación “errónea” de lo que creemos ser; así que una película llena de bandidos machistas mexicanos, que gustan de emborracharse, seguro levantaría ámpula en la actualidad. En aquel entonces Django representaba a los anti héroes del western italiano que funcionaban cómo reflejo del desencanto social de la época. Hoy, Django sería visto como un misógino, racista, amoral y sanguinario, no cómo el alma en pena que realmente es.
El Nacimiento de Una Nación - 90%
Esta lista estaría incompleta sin una de las películas más controversiales en la historia del séptimo arte: El nacimiento de una nación. La épica de 3 horas es conocida por implementar novedosas técnicas de filmación que llegarían para quedarse. La cinta también es conocida por ser una oda al Ku Klux Klan, el grupo de supremacistas blancos fundados por el partido demócrata, representados como héroes en la trama, mientras que los personajes negros aparecen como salvajes acosando perturbadoramente a mujeres blancas. A pesar de los esfuerzos de muchos por intentar borrar la cinta de la historia estamos ante una pieza esencial en el crecimiento del cine. No confundir con otra cinta del mismo nombre que apareció en 2016 y que pretende ser la antítesis de ésta, con resultados mixtos.
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